Los últimos años ningún libro me ha impresionado tanto como el último... Aquí está mi reciente descubrimiento: Doris Lessing y su "Diario de una buena vecina". Una novela que me hizo pensar, reflexionar y a veces incluso me remordió la conciencia generando muchos sentimientos. Un libro tras el cual uno ve los ancianos con otros ojos...
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- Me encantan estos viajes. Lo que adoro es mi eficiencia. Me encanta que las cosas funcionen, y saber como hacerlo. Me encanta que me conozcan, que me reserven mi lugar, que recuerden mis gustos.
- Al final hablé de mis viajes a Munich. Le encantó. Tus bonitas escapadas, así las califica. Quiso saber cómo era el hotel, mis amigos, cómo se organizan los desfiles de modelos, cómo se hace tal y cual cosa. Me reconozco a mí misma en esto. Ni una palabra sobre estilos y modas, sino cómo funciona.
- Me encantan las estaciones, el anonimato, la libertad de estar sola entre la multitud. Me gusta estar sola. Y punto.
- Cuando la gente muere, lo que lamentamos es no haber hablado lo suficiente con ellos.
- La manera en que la mujeres se comunican - con medias palabras, gestos, insinuaciones y sonrisas - es una buena, es agradable y divertida, de lo mejor que conozco.
- Se sentó al extremo de mi cama, me miró, sonrió un poco. Me preguntaba si estaría viendo: ¿Una anciana, una mujer entrada en años o una mujer madura? Ahora sé que lo que uno ve depende totalmente de la edad de la otra persona.
- ¿No te parece raro, Joyce, cómo todos nosotros damos por sobreentendido que los ancianos son algo que hay que esquivar, como un enemigo, o una trampa? ¿No les deberemos algo?
- Porque ahora sé que todo el mundo dice lo miso, en estadios determinados de sus vidas.
- Cuatro semanas de no hacer nada. Pero he pensado. Pensado.
- Muy a menudo encontramos personas bien intencionadas que empeoran las cosas sin pretenderlo.
- Ve - me dijo - , una tiene que mantenerse ocupada, porque si no lo hace, el malhumor la come...
- Eran tiempos terribles - decía Eliza - , terribles. Y, no obstante, me parce recordar que éramos felices.
- ... tomamos decisiones antes de saberlo.
- Me encanta sentarme en un banco con algún anciano, porque ahora ya no temo a los ancianos; por lo contrario, espero el momento en que confían en mí lo suficiente como para contarme sus cuentos, tan llenos de historia.
- ... los ancianos precisan un enemigo (¿sólo los ancianos?)...
- Su mirada quería decir, No te comprendo. Mi mirada, Me comprendo a mí misma y es suficiente.
- ...cuánto toleramos en la gente sin llamarlos nunca locos.
- En ningún momento antes de que mi madre, de que mi marido murieran perdieron contacto con lo que estaba pasando. ¡Era yo quien había perdido contacto!
- ¡Por qué no me dices lo que debo hacer y luego te echaría toda la culpa a ti!
- .. no es bonito morir, para nadie, supongo.
- He "creído" una cosa durante una década, lo contrario en la siguiente.
- Cuando te comprometes con los infinitamente indigentes, se supone que aceptas la carga de la culpabilidad. Necesitan mucho: les puedes dar muy poco.
- A veces lo veo de una manera y, a veces, de la otra: primero, pienso que estoy loca, y, luego, que la sociedad en que vivimos está loca.
- Si aceptas libremente hacer algo, entonces no resulta absurdo, por lo menos para ti.
- No ha habido nunca lugar mejor que un hospital para las cosas no dichas, no habladas, para que la gente se comprenda sólo con una mirada.
- En el pasado temía tanto la vejez, la muerte, que me negaba a ver gente anciana por las calles... no existían para mí. Ahora, me paso horas en aquel pabellón y miro, me maravillo, me hago preguntas y me asombro.
- Son las enfermeras las que saben qué está sucediendo, las enfermeras las que regulan, mitigan y, muy a menudo, sencillamente pasan por alto las instrucciones del médico. ¿Cómo prosperó este extraordinario sistema, en el que los que dan órdenes no saben realmente lo que pasa?
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- Me encantan estos viajes. Lo que adoro es mi eficiencia. Me encanta que las cosas funcionen, y saber como hacerlo. Me encanta que me conozcan, que me reserven mi lugar, que recuerden mis gustos.
- Al final hablé de mis viajes a Munich. Le encantó. Tus bonitas escapadas, así las califica. Quiso saber cómo era el hotel, mis amigos, cómo se organizan los desfiles de modelos, cómo se hace tal y cual cosa. Me reconozco a mí misma en esto. Ni una palabra sobre estilos y modas, sino cómo funciona.
- Me encantan las estaciones, el anonimato, la libertad de estar sola entre la multitud. Me gusta estar sola. Y punto.
- Cuando la gente muere, lo que lamentamos es no haber hablado lo suficiente con ellos.
- La manera en que la mujeres se comunican - con medias palabras, gestos, insinuaciones y sonrisas - es una buena, es agradable y divertida, de lo mejor que conozco.
- Se sentó al extremo de mi cama, me miró, sonrió un poco. Me preguntaba si estaría viendo: ¿Una anciana, una mujer entrada en años o una mujer madura? Ahora sé que lo que uno ve depende totalmente de la edad de la otra persona.
- ¿No te parece raro, Joyce, cómo todos nosotros damos por sobreentendido que los ancianos son algo que hay que esquivar, como un enemigo, o una trampa? ¿No les deberemos algo?
- Porque ahora sé que todo el mundo dice lo miso, en estadios determinados de sus vidas.
- Cuatro semanas de no hacer nada. Pero he pensado. Pensado.
- Muy a menudo encontramos personas bien intencionadas que empeoran las cosas sin pretenderlo.
- Ve - me dijo - , una tiene que mantenerse ocupada, porque si no lo hace, el malhumor la come...
- Eran tiempos terribles - decía Eliza - , terribles. Y, no obstante, me parce recordar que éramos felices.
- ... tomamos decisiones antes de saberlo.
- Me encanta sentarme en un banco con algún anciano, porque ahora ya no temo a los ancianos; por lo contrario, espero el momento en que confían en mí lo suficiente como para contarme sus cuentos, tan llenos de historia.
- ... los ancianos precisan un enemigo (¿sólo los ancianos?)...
- Su mirada quería decir, No te comprendo. Mi mirada, Me comprendo a mí misma y es suficiente.
- ...cuánto toleramos en la gente sin llamarlos nunca locos.
- En ningún momento antes de que mi madre, de que mi marido murieran perdieron contacto con lo que estaba pasando. ¡Era yo quien había perdido contacto!
- ¡Por qué no me dices lo que debo hacer y luego te echaría toda la culpa a ti!
- .. no es bonito morir, para nadie, supongo.
- He "creído" una cosa durante una década, lo contrario en la siguiente.
- Cuando te comprometes con los infinitamente indigentes, se supone que aceptas la carga de la culpabilidad. Necesitan mucho: les puedes dar muy poco.
- A veces lo veo de una manera y, a veces, de la otra: primero, pienso que estoy loca, y, luego, que la sociedad en que vivimos está loca.
- Si aceptas libremente hacer algo, entonces no resulta absurdo, por lo menos para ti.
- No ha habido nunca lugar mejor que un hospital para las cosas no dichas, no habladas, para que la gente se comprenda sólo con una mirada.
- En el pasado temía tanto la vejez, la muerte, que me negaba a ver gente anciana por las calles... no existían para mí. Ahora, me paso horas en aquel pabellón y miro, me maravillo, me hago preguntas y me asombro.
- Son las enfermeras las que saben qué está sucediendo, las enfermeras las que regulan, mitigan y, muy a menudo, sencillamente pasan por alto las instrucciones del médico. ¿Cómo prosperó este extraordinario sistema, en el que los que dan órdenes no saben realmente lo que pasa?