María Dueñas - "El Tiempo Entre Costuras"

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- Dejarlo todo y volver a la normalidad: sí, aquélla sin duda era la mejor opción. El problema era que ya no sabía dónde encontrarla. ¿Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crecí y que aún peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ¿ Se la llevó Ignacio Montes el día en que se fue de mi plaza con una máquina de escribir a rastras y el corazón partido en dos, o quizá me la robó Ramiro Arribas cuando me dejó sola, embarazada y en la ruina entre paredes del Continental? ¿Se encontraría la normalidad en el Tetuán de los primeros meses, entre los huéspedes tristes de la pensión de Candelaria, o se disipó en los sórdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ¿Me la dejé en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levanté? ¿ Se la apropió tal vez Félix Aranda alguna noche de lluvia o se la llevó Rosalinda Fox cuando se marchó del almacén del Dean´s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de Tánger? ¿Estará la normalidad junto a mi madre, en el trabajo callado de las tardes africanas? ¿Acabó con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastró quizá consigo un periodista a quien no me atreví a querer por pura cobardía? ¿Dónde estaba, cuándo la perdí, qué fue de ella? La busqué por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dormí sin hallarla.

- ... eran muchos los que madrugaban para hacer la vida más grata a quienes podían permitirse el lujo de dormir hasta bien entrada la mañana.

¿Qué fue de los rusos?

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  • El país de Tolstoi y Chejov era a las letras lo que Brasil al fútbol...
  • ...Sin embargo, sus "nietos" son ignorados en Europa


Frentre al alud de nuevos autores escandinavos que llenan la despensa de las librerías españolas, el estante de 'literatura rusa contemporánea' resulta tan desangelado como el mostrador de una carnicería moscovita durante los últimos años de la perestroika.

Si bien los clásicos de la literatura rusa están hoy más vivos que nunca (gracias a las nuevas traducciones directas), los escritores rusos contemporáneos apenas dan señales de vida. ¿A qué se debe este vacío existencial (de existencias) en las librerías españolas?

Boris Akunin y su saga detectivesca protagonizada por Erast Fandorín (un Sherlock Holmes en la Rusia de los zares), Ludmila Ulitskaya, o los posmodernistas Vladimir Sorokin y Viktor Pelevin son algunos de los autores rusos vivos que han roto el hielo y asoman la cabeza con ahínco de periscopio en el mercado editorial español.

Sin embargo, su tímida presencia queda eclipsada por el grueso de las grandes novelas rusas que conquistaron Europa por su propio peso en el siglo XIX, se hicieron un hueco en sus estanterías y ahí siguen, tan frescas, como mamuts congelados con los tejidos vivos intactos.

Paulo Coelho - "EL Vencedor está Solo"

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  • ... ella nunca miraba a su alrededor, como hacen siempre las que se creen reinas del mundo. Están ahí para brillar y evitan fijarse en lo que los demás llevan, porque, dependiendo del número de diamantes y de la exclusividad de la ropa ajena, dará lugar a depresión, malhumor y sentimiento de inferioridad, aunque su propia ropa y sus accesorios hayan costado una fortuna.
  • Olvida las películas. Cannes es un festival de moda.
  • ... hay momentos en los que la vida separa a determinadas personas sólo para que entiendan lo importante que son la una para la otra.
  • ... el dolor del amor siempre pasa.
  • ... la gente nunca presta atención a lo que ocurre en el mundo.
  • ¿Quién dijo que los niños no son capaces de decidir lo que quieren de la vida? Los adultos.
  • El problema ahora era el mismo de siempre: "¿Qué ropa debo ponerme?"
  • La gente nunca está satisfecha con nada. Si tiene poco, quiere mucho. Si tiene mucho, todavía quiere más. Si tiene más, quiere ser feliz con poco, pero es incapaz de hacer esfuerzo alguno en ese sentido.

Pasen y lean: el libro

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Mudo cuando le impones el silencio, elocuente cuando lo haces hablar, nadie es compañero como el libro.

El libro es un comensal que no te elogia de manera escandalosa, un amigo que no te soborna, un compañero que no te aburre, un deudor que no te reprocha continuamente los atrasos, un vecino que no te reclama favores todo el tiempo, un hombre que no trata de arrancarte los pensamientos más íntimos, que no se comporta contigo en forma desleal, que no te traiciona con hipocresías, que no te engaña con mentiras.

Un libro puede leerse en todos lados; hay libros escritos en todas las lenguas; a pesar de los intervalos que separan las épocas, a pesar de las distancias entre las metrópolis, el libro conserva su perennidad.

Si no existieran documentos escritos, si la historia profana y religiosa no estuviera consignada en los archivos, si los hikam (máximas, sentencias, apotegmas) no estuvieran confinados en los manuscritos, el imperio del olvido habría vencido al de la memoria.